domingo, 22 de diciembre de 2013

miércoles, 18 de diciembre de 2013

PROGRAMA 7 - Territorio escuela


Programa emitido el 12-12-2013, por El Aprendiz Radio CFP24






Territorio escuela
La repetición ha preocupado desde siempre a los pedagogos, maestros y pensadores de la educación.  Fenómeno que tomado a la ligera, pasa por análisis improductivos sin ser problematizado lo suficiente. Esa “ligereza” intuimos no es inocencia sino operatoria. Eficacia de un aparato que intenta reproducir un orden sobre la multiplicidad de la vida que roza. Tanto más eficaz cuanto más liviano anda por nuestros intercambios verbales y nuestros campos perceptivos.

Así es que se sigue redundando en las escuelas cual muletilla miles de dichos y frases que, sordas a escuchar lo que realmente dicen ni a cuestionar sus sentidos, muy por el contrario los refuerzan, y de esta manera reproducen clichés y automatismos que contribuyen a perpetuar un estado de cosas.  No se trata de dominación o por lo menos no de la manera “clásica”, sino de perpetuación por  obviedad.

“Repetir”, para el dispositivo escolar clásico es el peor de los estigmas pero, qué pasa cuando, como en estos días en nuestro CFP, la repetición lejos de ser un bochorno es un clamor?.

Qué es repetir, nos preguntamos en una escuela de oficios, donde los concurrentes son personas adultas que supuestamente vienen a buscar un hipotético saber que los habilite a realizar alguna actividad rentable a futuro?.

Si la eficacia de la escuela estuvo (si, en tiempo pasado) en habilitar un futuro (laboral), el dispositivo se desmorona si el habitante del mismo no lo ocupa de la manera esperada. Tal parece ser el caso cuando en vez de solicitar el Título habilitante se reclama permanencia.

En el transcurso de la cursada empiezan a abrirse campos de vivencias que piden ser repetidos. Se repite como todo cierre de ciclo y cada vez con mayor insistencia, el pedido de repetición.

Qué se quiere repetir en esa repetición?.

Como dijimos, si la eficacia del dispositivo escolar, que es prometer un futuro en la sociedad (que fue en su momento la sociedad del trabajo), parece que la escuela entonces en estos tiempos se  desvaneciera no tanto (o solamente) por ineficacia práctica sino por aparición de algo innombrable, anónimo que se hace presente en el presente sin futuro que ahora es la escuela, transmutándolo todo casi imperceptible pero muy radicalmente.

Resulta que en el armado de vínculos, las vivencias conmueven, las posibilidades y ganas de volver a experimentar se renuevan y van abonando un deseo que crece, el de quedarse, el de continuar. Ya sin imágenes de futuro certeras, el presente se ensancha, hasta su formulación final en el pedido de repetición. Repetición que se afirma en un presente en estado de no futuro, pero que paradójicamente algo habilita. 

Pero qué presente es este presente que se pide repetir?.

Si la escuela pedía el presente (en estado de rendición de sus sujetos) para amasar un futuro promisorio, qué presente se amasa en tiempo presente?.

Repetición como estigma de lo escolar, que se transforma en un volver a hacer algo, una demanda hacia adentro y hacia afuera, y en preguntas que quedan flotando: cómo me/nos quedo/amos? En qué queremos quedarnos?.

En verdad, repetir es imposible, hay algo de la diferencia que se presenta, entra una movilidad y hace experiencia. Se repite la repetición o se repite el diferir?.  No se pide más de lo mismo, sino un contacto con algo que nos modificó, se pide entonces la mutación que es la condición terapéutica saludable de la experiencia.

Se solicita lo moviente.  La vida para seguir siendo vida necesita mutar, variar, dejar de ser como identidad fija para seguir siendo. Repetitividad de lo irrepetible. Clamor de la vida por lo abierto.
Preocupa la repetición cuando es a-problemática, cuando identidades sueltas y cerradas buscan el propio interés y se “cierran” transformando en demandas, a veces incluso grupales, armándose como un paquete repitente, clausurándole la posibilidad de que otros hagan experiencia y clausurándoselas al propio grupo solicitador.

Versión grupal de una apropiación  individual? Experiencias que se vuelven voracidad de consumo?. No sabemos, pero tenemos que estar atentos a intervenir en estos flujos casi inconscientes de formaciones cristalizadas que transforman en demandas, procesos indescriptibles e irrepetibles, que pueden contribuir a renovar un narcisismo escolar hoy muy en baja, pero que sobre todo coartan la posibilidad de la experiencia misma (esa que se reclama “repetir”).

La paradoja que instala la demanda de repetición de una experiencia, no solo mata la posibilidad de la experiencia sino que pone en peligro, la condición misma en la que se asienta la experiencia que es el suelo común en la que se ofrece.  Lo que nombramos como kioscos-runflas.

Esas células que desprendidas de la condición común, que es el terreno donde germina la experiencia, 
transforman en demandas lo que encuentran, despolitizando esas condiciones de posibilidad de apertura que hace que la misma tenga lugar.

Un territorio común viabiliza intercambios inéditos que son los que en ciertas rutinas abren la experiencia. Territorio común que se conquista por desorganización del existente, pero que si se reclama como “propio” desfallece la experiencia en su intento de reapropiación y reorganización.

La escuela dejó ya de ser el lugar donde se construye el futuro, donde se abandona el presente a manos de las ideas del futuro, para ser paradójicamente el sitio donde se amasa un presente en tiempo presente. 

Ese presente no es el presente que se doblega a imágenes de futuro, pero (y por eso) puede ser el que hace la experiencia de un tiempo espacializado, y conquistamos así un disfrute que es la condición de una intuición que se ensancha, una comprensión por reinvención, una duración que es la elaboración incesante de lo nuevo, pero que cuando se lo quiere representar, se convierte en una demanda de espacio, una tendencia a apropiarse de un territorio para dominarlo.

O acaso no es eso lo que vemos continuamente en la actualidad en los territorios donde conviven el transa con los consumidores, con las prostitutas, con la cana, con “la campora”, con la iglesia, con el estado convertido en plan social, con el movimiento social, con los vecinos, etc. etc.?. (El Instituto de Investigaciones y Experimentación Política de La Cazona de Flores denomina a esto “Nueva conflictividad social”).

Fuera del territorio soberano de la Ley, desfondado su suelo, que lógicas se arman? Tenemos ojos para ver esos armados?. La escuela no está exenta por supuesto de estos tejidos “promiscuos”.

La escuela fue el espacio donde se ejerció la dominación de unos “sabedores” sobre otros “ignorantes” por delegación estatal, esta operatoria de dominación sobre las subjetividades se ha (por suerte) desvanecido por lo menos de manera hegemónica,  para abrirse al malestar ambiente y/o a los intercambios inéditos.

Una escuela puede intentar (en vano) rehuir a este tiempo e instalarse en la queja y la repetición estéril, o hacerse en la operatoria de deshacerse, y ofrecer así un campo de experimentación (común), con el potencial despliegue de capacidades y con el riesgo también de convertir el territorio escuela en una proliferación de kioscos desprendidos ya de esa común disposición, para ser terreno de disputa de lógicas “mafiosas”. Cual “bandas” se instalan códigos y lógicas que disputan el territorio escuela, o mejor dicho una escuela devenida ahora “territorio”.

No es cuestión de moralizar sino de percibir esas lógicas que nos conviven.

La condición de época parece que nos marca como un horizonte casi infranqueable al que tenemos que 
intentar derribar (o por lo menos arribar) estos universos transas, para que la politización devenga posibilidad de experimentación y no solo disputa territorial ni retorica estatal impotente.
Se ha instalado en estos tiempos una silenciosa “guerra de modos de vida” que es más eficaz cuanto más naturalizada se nos presenta, y la escuela no está exenta por supuesto a ello, y más bien como expresión de las dinámicas sociales, es un sitio de privilegio para dar cuenta (problemáticamente) de estas lógicas y entramados.

Nuestro ya congénito individualismo es un límite también que no podemos eludir y que se presenta como el principal campo de batalla de esa lógica común que se nos desvanece.

Pensamos entonces la repetición como algo que retorna  con cierta persistencia, con regularidad, y se nos presenta como condición de la creación que es casi un antídoto de la repetición. Esta creación se hace posible sobre la base de la constancia que posibilita el encuentro. Encuentro que al contrario del sentido común, no es un encontrarse con lo mismo sino con algo que nos permita de alguna manera, ser otros, tomando contacto con nuestra potencia de actuar.

Podemos decir que hay un peligro siempre latente cuando queremos representar una experiencia. Nuestra inclinación a representarnos como elementos fijos cosas que son mutables, que actúan en el tiempo, convierten esas representaciones en espacios. Si una experiencia que se representa se hace espacio, entonces esos espacios se hacen disputables, reclamables.

Esas permanencias de la creación en el hacer con otros abren la posibilidad de la experiencia, casi una mixtura alquímica en el caldero que es la escuela, ofreciéndose en sus espacios que se van de esta manera vaciando para dar lugar a lo incalculable de una genuina experiencia. Espacios de experimentación que requieren del intento permanente de sostener la espera, alquimia, magia, misterio de lo no controlado que aparece sin permiso y deja como una estela un destello con ganas de más. Esa “algo más” no es más de lo mismo sino ese contacto con lo irrepetible.

Decíamos “amar el tiempo de los intentos” porque es en esa insistencia que aparecen los desvíos necesarios para que una verdadera experiencia consista, y entregar y entregarse como la mejor pieza, esa que el maestro alfarero dona para ser destruida, aguardando que el contacto se convierta no en repetición sino en fecundación.

Si la escuela deja de ser el tiempo de forja de la obediencia, en qué deviene?. En eso estamos…

Si dejó ya de ser el campo de la opresión, la pregunta por los intercambios deviene incesante, abierta, inconclusa, o se convierte en runfla.

Hay que “perder” algo de tiempo para que aparezcan otras cosas dijimos en alguna “ventana”, por fuera del reloj capitalista,  ya que el tiempo normal es el de la dominación, ese que nos marca el paso todo el tiempo, y animarse a politizar este concepto regidor de vidas tomadas, sin que se conviertan en mini conquistas de espacios que se van apropiando por sobre el suelo vacío de la dominación disciplinar.

Múltiples runflas conviven hoy en un espacio sin dominancia clara ni perpetua, donde también encontramos mucho docente “runfla” en las escuelas intentando hacer “la suya”.

El peligro es pasar de la escuela disciplinar a la escuela runfla.

Nuestro mayor peligro es la desproblematización.

jueves, 28 de noviembre de 2013

PROGRAMA 5 - Sin direccion pero con ventana

Programa emitido el 28-11-2013, por El Aprendiz Radio CFP24


Sin dirección pero con ventana







“El acto de la inteligencia es ver y comparar lo que se ve. La inteligencia va primero al azar. Le hace falta buscar la repetición, crear las condiciones para ver de nuevo lo que ha visto, para ver hechos similares, para ver hechos que podrían ser su causa. Necesita además formar palabras, frases, figuras, para comunicar a los demás lo que ha visto. (…) De esta forma, la palabra se colma o se vacía según si la voluntad exige o distiende el andar de la inteligencia. La significación es obra de la voluntad: el trabajo infatigable para que el cuerpo se pliegue a los hábitos necesarios, para pedirle a la inteligencia nuevas ideas, nuevas maneras de expresarlas”.
J. Ranciere. “El maestro Ignorante”.



El año 2000 fue la antesala del estallido, o mejor dicho, a la visibilidad de lo estallado. La organización policial de la sociedad, esa que dice no solo quien nos manda sino como deben ser las cosas y mantenerse como tales, se mostraba cada vez más explícita y obscenamente. El orden policial se hacía cada vez más policiaco. Si la eficacia de toda dominación radica justamente en la naturalización de su construcción social, el volverse explícitamente policial era el claro signo de su creciente  y manifiesta decadencia.

Mientras el poder político seguía haciéndose un festín de las ya menguadas joyas del cadáver de la abuela, amenazando al conjunto social con su capacidad de fuego, y subestimando los momentos igualitarios que se estaban forjando, las experiencias de resistencia y creación frente a la catástrofe se fueron multiplicando silenciosa pero contundentemente para tener su momento expresivo en diciembre del 2001.

En esos mismos años 2000 nos encontrábamos desembarcando en una escuela muy particular. Para un habitante un poco distraído, entrar al CFP 24 en ese entonces, era como ser testigo de las esquirlas de un estallido. Las imágenes de un después de la guerra se hacían presentes allí: pisos y paredes destrozadas, techos rotos, aperturas desvencijadas, corrosión, perdidas, desolación, mugre, abandono, saqueo… El más fiel reflejo de su época.  Si a esto le agregamos que es una escuela que “capacita para el mundo del trabajo”, el panorama de correspondencias se hace más que evidente en su manifiesta descomposición.

Durante esos primeros años fuimos protagonistas de una experiencia igualitaria de la que ya no nos pudimos desprender. Durante siete jornadas denominadas “asambleas”, que hoy supimos no fueron al azar, conformamos con estudiantes y docente la “cooperativa de Trabajo EL Profesional Ltda.”, cuya matrícula fue solicitada al INAES el 18 de diciembre de 2001.  Experiencia ésta que convivió durante siete años en la Institución.

Con Ranciere sabemos que la política se instala antagónicamente por sobre (o infra) la organización policial de la sociedad que nos dicta no solo quienes ejercen el orden jerárquico, sino como deben ser y mantenerse las cosas.

Es por eso que estos tipos de acciones que son precarias y paradójicas, abren zonas ambivalentes e indeterminadas de experimentación social.  Es en esos intersticios en donde es posible una igualdad real y no metafórica, una igualdad que es conquista problemática por pulverización de identidades.

Su ontología es la apertura de espacios intersticiales de “inadaptabilidad” que se sustraen de la lógica de la dominación, e instalan precariamente otros espacios y tiempos. Si los tiempos “normales” y los espacios instituidos son los de la dominación, la política se instala interrumpiendo esas lógicas y momentos, y creando otros propios a una comunidad de “iguales” que han podido provocar momentáneamente la bancarrota del funcionamiento social.

La política es la producción y custodia de esos momentos precarios de igualdad. Amparo no solo de esos momentos, sino de las tiranías jerarquizadoras (externas e internas) que intentan siempre cooptar estos instantes de irrupción común, a ámbitos mas funcionales (y subordinados) del orden social.

Un hecho paralelo y casi anecdótico sucedía por aquellos tiempos arrasados: no había dirección escolar. Mucho más que un espacio físico, era un espacio subjetivo que no se encontraba en su lugar, y que lejos de ser un déficit, hoy lo sabemos, fue una metáfora y un motor para la búsqueda.

Si como venimos expresando, el orden social (jerárquico) se sostiene en estructuras e Instituciones que replican, controlan y producen el tipo de sujeto pertinente para habitar ese orden social, una escuela sin dirección es una escuela a la deriva de ese supuesto orden social, y toda deriva no solo es impugnación de lo dado sino sobre todo construcción y creación de posibilidades. En este sentido cooperativa y no dirección fueron de la mano.

4 años sin dirección, fue un tiempo apto para lograr desorientarnos lo suficiente e inventarnos otras formas para podernos vincular-nos. A partir de la “recuperación” de un espacio que estaba abandonado en la escuela, empezamos a construir lo que fue durante varios años una peculiar Dirección de la escuela.

Mientras continuaba conviviendo en la escuela la cooperativa, que ya dijimos estuvo habitando el Centro 7 años, ayudó con el armado de la propia dirección (no solo simbólica sino materialmente), y un día nos encontramos así, “direccionados”.

Para que las grietas no sean recompuestas con habitualidades, ya que están siendo permanentemente amenazas, no pueden quedarse solo dando luz a lo que habita, sino corroyendo lo que roza, y curioseando en lo que encuentra.  Fue así que en ese mismo espacio sin proponérnoslos casi, se constituyó lo que se denominó “La Ventana”.

Todos los jueves a la mañana la “dirección” se colmaba de personas estudiantes, algunos vecinos y docentes, que nos dábamos cita para lejos de encontrarle un funcionamiento social (una dirección) a la “cosa”, compartir una común disposición y perplejidad de época. No se trataba de dar orden (jerarquía) a lo que se habitaba, sino de intentar habitar fugando de sus formas.

Si la misma condición de la política es su trazado evanescente, su ontológica “innecesaridad”, su desafío constante e irresuelto, y el que nos aventuramos por ese entonces, es el de la creación y afirmación de los propios espacios, sin que paradójicamente se vuelvan ni muy propios, ni estables.

Una nueva afinidad se instala cuando se deshacen formas establecidas, ya no en connivencia con esas viejas formas, sino con las insuficiencias de sus cierres identitarios, que abren zonas de apertura, muy intimas y de mucha intensidad (junto con otros de mucha apatía y desorientación), que nos permitan tomar contacto con la naturaleza inclausurable del animal humano que somos.

La paradoja de una afirmación desidentitaria, la del animal indomesticable que somos: el animal político.  O no es esto a lo que llamamos “subjetivación”?.

Una subjetivación es aquello que nos pone de cara al problema de lo “común”, y la política, para estas subjetividades en fuga, es la emancipación como horizonte y presupuesto a la vez.

La subjetivación política es una puesta en práctica de la igualdad a partir de un siniestro perpetrado por personas que se encuentran juntas (y desorientadas), y por esa misma condición abren zonas de encuentro y elaboración para pensar lo que aún no se sabe, y pueden conectar lo que “es” con lo que puede ser, convirtiendo su “entre” en su misma condición de posibilidad y existencia, ya que el secuestro los abarca y extravía.

La “ventana” sabe de esa inadaptabilidad que pulveriza esas zonas de jerarquías establecidas para instalarse en el corazón de la política, que es a la vez su limite y su misma condición de existencia,  aprendiendo a habitar su propio agujero negro, siempre en condiciones de amenaza por las lógicas establecidas (ajenas y propias), y de sus propias incapacidades por afirmarse muchas veces en su territorio creado, visibilizando viejas alianzas, y construyendo activamente complicidades en la fuga de sus modos, hacia aventuras que buscan la ontología de lo común.  Porque afirmase en política no es conquistar un territorio para ordenarlo, sino perturbar sus supuestos constitutivos que estabilizan la posibilidad del movimiento en lo social: romper espacios (o habitarlos en su condición de ruptura), para inventar otros.

Un signo de vitalidad es entonces, su apertura, y su curiosidad por esas murmuraciones que en afinidad, irrumpen en el paisaje cotidiano delatando relaciones diferenciales de fuerzas que se ocultan bajo fingidas oposiciones, desorganizando “lo social” como cristalización, e instalando momentos igualitarios, que tienen la singularidad de ser momentos productivos y no retóricos.

La tarea siempre inconclusa y por eso mismo pendiente y activa, es indagar sobre las consecuencias de contaminar estos momentos políticos de la igualdad, radicalizando los cuidados, y creando lenguajes e imágenes propios a las experiencias.

Cuando la embarcación deja de ser impulsada por el motor del ordenamiento social, o como en este caso, por su evidente naufragio, nos queda intentar restituir ese viejo y desvencijado motor (para que todo siga como está, esto es, devolviendo a la dominación su naturalidad, su “buen puerto”), o dejarnos llevar por esos vientos nuevos que soplan y conmueven a estas pequeños veleros que construimos ad-hoc para mantenernos juntos e inventarnos nuevos horizontes.

Una dirección sin ventana o una ventana sin dirección…

sábado, 23 de noviembre de 2013

El Arbol, el rio, el hombre

Les dejamos el Link del poema que leyó Adrian en la ventana ultima de Julio cortazar "El arbol, el rio, el hombre". Que lo disfruten.


http://www.youtube.com/watch?v=ytpz4wFMpaQ

viernes, 22 de noviembre de 2013

PROGRAMA 4 - Escuela difusa




Progrmaa 4 emitdo el jueves 21`-11-13, por El Aprendiz Radio - www.elaprendizmedios.com.ar



Escuela difusa



Realidad y capitalismo son ahora la misma cosa. Nuestras relaciones son mercantiles. En nuestro esfuerzo por vivir hacemos capitalismo.  Vivimos endeudados y el ritmo de nuestras vidas marcha al calor de la deuda que eternamente tenemos que pagar por el solo hecho de vivir.
La deuda nos aísla y nos moviliza en el mismo acto. En el flujo del mar capitalista en el que nos movemos, parar es hundirse, no hay espacio para otra cosa: la realidad nos asfixia.
“Una grieta es la creación perfectamente común de un espacio o momento en el que afirmamos un modo diferente del Hacer” nos dice Holloway.
Habrá que ir abriendo ventanas…

No se trata de entenderlo sino de sentirlo. Vivimos una vida que esta puesta a trabajar al mando del capital: Luz, gas, teléfono, tarjetas, escuela de los chicos, seguro, compras, cable, internet, agua, Abl, alquiler, renta, patentes, Igj, Monotributo, plan de salud, gimnasio, consumos, etc. etc. 
Nuestros momentos de ocio son invertidos fundamentalmente en la entrega mansa de nuestra atención a la venta televisiva mercantil. No es un problema moral, se trata de entender cuáles y dónde se juegan actualmente nuestras inversiones de energías vitales.

El capital esta desbocado y en ese alocamiento voraz no solo arrastra con los recursos naturales y el planeta, sino y sobre todo, con nuestras propias vidas. Es un gran vampiro que succiona lo que encuentra, hasta nuestra potencia vital, ya nada queda en pie bajo su égida. “Multiplica tu libertad” nos dicen, y allí quedamos encerrados.

Cuando como ahora, sentimos que la guita nunca alcanza, y no tenemos tiempo (para hacer lo que quisiéramos, o lo que es peor, lo que queremos se alinea con la lógica mercantil) es porque el comando de nuestras vidas esta arrebatado por la lógica del capital. Hacen falta más argumentos?.

Tenemos encerrado nuestro querer vivir. En esta movilización en la que estamos nos topamos a veces con ciertas lógicas que irrumpen y pueden abrir una vía de sabotaje a esta realidad que se ha hecho tan obvia que hasta nos impide ya ver.

Casi sin ojos nos topamos a veces, con otras maneras, donde se transitan otras lógicas, que, por micro (pero sobre todo por ceguera) se nos escapan. La obviedad de tanto mostrarnos y mostrarse, logró enceguecernos.

Presa de la angustia corremos casi sin ver, pero un desvío puede abrirnos otros caminos a desandar, y esta es la propuesta más inconfesable del CFP 24.

Si aislamiento y movilización es la reproducción de más de lo mismo, en principio la invitación es a aminorar, demorar, para abrirnos a otras zonas de experiencias comunes.

Tomar atajos pero no ya para llegar más rápido, sino para perdernos. Atajos que agrieten esta realidad obvia en la que nos movemos, y puedan producir momentos  concretos de emancipación.

Lógicas comunes que casi imperceptiblemente a nuestros torpes ojos se desenvuelven, saboteando la realidad, y que se nos escapan por la prisa por llegar no se sabe bien a dónde, o peor, si se sabe: a fin de mes. Y de ahí a relanzar una y otra vez la rueda de la vida encerrada en la “Libertad del capital” en la que vivimos.

Nosotros tenemos la llave, no el “yo” ese que se moviliza aisladamente, sino el “nosotros”. Un nosotros que no preexiste al encuentro sino que se constituye en él interrumpiendo la movilización global. El sentido no es lo que encontramos en el mundo sino lo que somos capaces de crear, circulando en la esfera de la amistad, el amor,  la cooperación social que nos permite encontrarlo.

En este sentido, la condición  de “catástrofe”, es una condición subjetiva que se conquista cuando nos hacemos carne de la realidad en la que estamos, y que nos acerca a esa posibilidad de tomar contacto con el sin sentido de la vida, y por eso mismo, con la fuente de generación incesante de sentido.

Nuestras “vidas rotas” nos acercan a esos momentos de verdad donde el sentido no nos prexiste y que por eso hay posibilidad de fundarlo. En el resultado de un  vaciamiento de lo que somos, desasidos ya de nosotros mismos, iniciamos la travesía de un nihilismo que es fuente donde se alimenta la aventura del sentido.

Movimientos sutiles pueblan silenciosamente los territorios, sin luz y sin voz  desde esos centros productores de “realidad”, que abren zonas donde el comando de la vida pasa por correrse de las lógicas ya dadas, interrumpirlas, y en donde se despliegan  las potencias de lo “en común”. Todo puede ser de otra manera.

Tierra de nadie, donde ya no se prefigura ninguna otra vida, interrumpiendo los eternos finalismos, y por eso se pueden experimentar nuevas formas de resistencia y creación, en donde tomar contacto lúdicamente con nuestro querer vivir.


La imaginación como potencia de invención.
 
Armar máquinas, donde el “nosotros” no es ni lo tuyo ni lo mío, sino lo que está en el medio siempre circulando y fluyendo. No es vínculo, no es articulación, no es relación. No se puede pensar sin cuerpo, es cuerpo como afección, como acontecimiento, como máquina de acoplamiento, ámbito de la inteligencia y no ya de la obediencia.

Si lo disciplinario es el espacio del saber y del poder (la obediencia), el pensar es el territorio que se arma del des-disciplinamiento, en el sentido de no obturar, sino por el contrario intentar exacerbar la incomodidad de la no-comprensión. Los momentos de incomprensión (nuestras comunes perplejidades) son momentos de caos, de creación de nuevos dispositivos donde poder pensarnos, ámbito del despliegue de la (igualdad) de la inteligencias. Romper con los dispositivos que nos piensan para armar maquinas donde pensarnos.

Mundos subterráneos, mundos ínfimos e infinitos, se despliegan y nos permiten vislumbrar una “escuela difusa” entre esos escombros…


La ventana


 

martes, 19 de noviembre de 2013

"Realidad y capitalismo"

Dibujo de una ventanera!! Gracias Franca!!!!
Anticipando el nuevo texto del jueves 21/11
"Realidad y Capitalismo" - "CFP 24 un lindo Quilombo"!!!

jueves, 14 de noviembre de 2013

PROGRAMA 3 - Capitalismo y realidad





emitido el jueves 14-11-13 por El Aprendiz , Radio online del CFP24


EL cfp 24 como interfaz de experimentación de “flujos sociales del hacer”

“es  muy difícil transmitir un entusiasmo” J. L. Borges

El capitalismo en su larga y problemática historia ha funcionado a base de sustracción.
Sustraer a las poblaciones de sus territorios, de sus pertenencias, del fruto de su labor, de la capacidad productiva de su hacer, de sus múltiples modos de vinculación, y de sus deseos que han terminado por identificarse con el modo de vida dominante. Podríamos, para expresarlo en pocas palabras, decir que funciona a base de des-ontologizar lo común y traducir lo que encuentra a su lenguaje del valor.

Hemos llegado a la siguiente formula: “Ser es tener”. En el imaginario hegemónico actual, es ésta la clave en el que funciona la máquina de reproducción social. La “felicidad” se asocia a un acceso a mercancías baratas y a un modo de vida y de consumo que se percibe como lo mejor. En este sentido se trata de un modo “pasivo” de la felicidad.  Que “nos vaya bien”, es sinónimo de poder acceder a niveles de vida (y de consumo) de ideales sólidamente instalados en nuestros más íntimos modos de existencia.

Pensar las prácticas que se plantean como problema la emancipación, es entrar en el corazón de nuestro sistema de expectativas, en los modos en que la felicidad se nos ha instalado, en problematizar este mundo eminentemente capitalista, pero donde también puede haber un campo de relaciones sustraídas a esa lógica por explorar.

Se  trata de luchar de algún modo contra las expectativas, nuestras propias certezas construidas. El campo de batalla para la emancipación somos, principalmente hoy y más que nunca, nosotros, nunca tanto como ahora que el capital forma parte constitutiva de nuestra “propia” subjetividad y nos hace mover a sus ritmos…

Se trata entonces, de buscar menos “resolver” nuestra situación (que no sería otra cosa que intentar ajustar nuestro modo de vida al sistema de posibilidades que se nos imponen, siempre en continuo desacople), que de replantear el modo en que se nos presentan las cosas, ampliar estrategias, aliarse para multiplicar comprensiones y posibilidades. Encontrarnos. No se trata de cambiar las cosas, como sí de descubrir nuestro poder de imprimir nuevas realidades al mundo.

Liberar nuestro hacer del bloqueo que se nos impone, desconfiar de nosotros mismos, hacernos tiempo en este tiempo dominado por la lógica del capital. Mutar. Saber menos qué es lo que estamos esperando para estar disponibles a lo que realmente pasa, e intentar hacer desde allí una genuina experiencia.

¿Podemos encontrar allí un nuevo y más potente entusiasmo?.

Hegemonía del capitalismo industrial: del trabajo concreto al trabajo abstracto

Los Centros de Formación profesional nacieron en el país, en pleno auge del desarrollismo en la década del 50/60. El plan por ese entonces era básicamente insertarnos en el concierto del capitalismo mundial a base de desarrollar y mercantilizar las fuerzas sociales, en un contexto de ventajas comparativas a nivel mundial, comandando “desde arriba”.
El capital organizó en esta etapa la cooperación social “desde el interior”. Interior a la fábrica, pero también construyendo un “tiempo interno” lineal, disciplinado, normalizado y productivo.
Estas escuelas de “educación y trabajo” se propusieron especialmente convertir rápidamente las capacidades creativas de la gente en mercancías equivalentes para ser explotadas por el capital, en un contexto de pleno empleo y de auge del capitalismo monopólico. 
“Educación y trabajo” entonces, se convirtieron en consignas e instituciones de vital importancia, para el comando del capital sobre una porción importante de la vida.
Nuestras comunes capacidades de hacer, fueron así expropiadas al ser organizadas y convertidas en mercancías, esto es, en bienes que se pueden mensurar e intercambiar en el “mercado” (para explotarlo claro).
El capitalismo extrae esa capacidad de producción del trabajo vivo, individualizándolo y mercantilizándolo, o mejor dicho mercantilizándolo por individualización.
La producción ya no es percibida como lo que es: producción social, fuerza común, flujo social del hacer, sino como esfuerzo particular a través del trabajo individualizado, que es la pre-condición para que éste sea hurtado de manera privada a través del Capital en la forma de trabajo fabril y su contraprestación salarial, siempre infravalorada.
Las teorías del “capital humano” muy en boga por entonces, no fueron otra cosa más que dar base y sustento teórico a esta creciente mercantilización de nuestras existencias.
Ese proceso de transformación y sustracción del trabajo concreto en mercancía (dinero) es lo que se denomina “trabajo abstracto”, y la puerta de entrada de las preocupaciones por la vida (biopolítica).
El trabajo “vivo” (nuestra común capacidad de hacer) muta en trabajo abstracto a través del intercambio mercantil.  Se prioriza el valor de cambio sobre el valor de uso, hecho éste que hace que nuestras capacidades creativas puedan ser manipularlas y vampirizadas en beneficio ajeno. 
La experiencia se desvanece. El canje mercantil provoca una imaginaria homogeneidad y equivalencia que hace intercambiable nuestros productos y sobre todo, nuestras capacidades creativas en esa entelequia llamada “mercado” (teatro de operaciones de los sujetos aislados ya, y en “libre” competencia unos contra otros).
Naturalizar la compra-venta de nuestras capacidades humanas (y de lo producido socialmente), fue y es un largo y perverso proceso de traducción a los valores y estilos de vida que nos impone el Capital, y que forman hoy parte del sentido común, a costa de la enajenación de la propia experiencia (que siempre es comunitaria).
Este tipo de instituciones educativas, contribuyó a forjar de manera activa este tipo de imaginario y sujetos, dando recursos técnicos, pero por sobre todo haciendo “capturable” nuestras fuerzas creativas por las lógicas del mercado.  De esta forma, el trabajo empieza a ser valorado como el centro identificatorio de la subjetividad y de la moralidad moderna.

Para que nuestras capacidades humanas puedan ser sustraídas y explotadas, y que esto además sea visto como un valor social, para que nos sintamos sujetos “libres” que decidimos la explotación, se necesita un largo y penoso proceso de construcción subjetiva de la que este tipo de Instituciones (y la educación en general) han contribuido de manera decidida.

Mientras este modelo de capitalismo industrial (que expropió y organizó la cooperación social de manera interna) estuvo vigente, estas escuelas de oficios cumplieron un papel primordial a la hora de dar capacitación técnica, pero además como dijimos, de disciplinar a las fuerzas laborales, pero por sobre todo, en convertirlas en fuerza laboral: trabajo.

Hegemonía del capital financiero: el trabajo abstracto como problema de gestión individual

Esta etapa pronto se altera hacia otra forma quizás más perversa y sutil de dominación. La industria, sede de la explotación monopólica, (y de la revuelta) cede su paso lenta pero sostenidamente a otras formas más desconcentradas de producción,  aunque la acumulación se continúa  intensificando.
Junto con la apropiación creciente de “trabajo muerto” (maquinas, tecnologías y saberes socialmente construidos, y privatizados por el capital), que provoca una mayor productividad, y el avance tecnológico, crece la desocupación, y la desconcentración productiva.  Fruto de esta acumulación creciente, aumenta la especulación financiera que hace su “éxodo” del mundo industrial (de forma hegemónica, se entiende) como manera de continuar aglutinando dividendos por otros medios.

Desde la lógica del trabajo empiezan a aparecer los contratistas, los trabajadores “autónomos”, y muchas profesiones liberales que ya no concentran la producción sino que la diversifican.
Aparece lo que se llama el “esclavo autónomo” como aquella fuerza laboral que se empieza a auto-explotar (no solo a su fuerza personal sino que lo traslada al núcleo familiar, y a un tiempo extendido más allá de lo que se conocía como “jornada laboral”).
La industria se desconcentra y la sociedad salarial, con su pesado sistema de jerarquías y gastos sociales, y su alta conflictividad, empieza a descomponerse hasta casi desfallecer.
Los puestos laborales, en contra del sentido común, se descualifican, las tareas son mucho más sencillas y requieren menos experticia técnica. Sin embargo el mito de la capacitación como llave de la reversión de la desocupación sigue vigente con mayor vigor aún.
Se empieza a establecer una nueva y silenciosa mutación entre capital – trabajo.  En la etapa monopólica el trabajo se concentraba y además el saber del que el trabajador era portador tenía una incidencia importante dentro del circuito productivo, que lo tornaba de difícil y costoso cambio, de ahí su alta conflictividad. 
Con la informatización y desconcentración productiva, la mano de obra se vuelve fácilmente renovable dentro de la complejización del proceso de producción, por lo que se necesita menos sapiencia técnica y más disponibilidad adaptativa a las condiciones de la precariedad laboral y a contextos muy variables.
Este complicado proceso de concentración de capital y desconcentración productiva (la “fabrica difusa”), forja nuevas subjetividades que  no se adaptan a las representaciones del mundo laboral tradicional.
El capital, por su parte, ya no necesita reprimir los anhelos de la gente durante cierto tiempo de su día para que se someta a la organización de la producción y a la generación del “plusvalor” que es el beneficio que sustrae, sino que ahora, conduce (desde “afuera”) expectativas y modos de vida que hacen que la  propia vida se encuadre dentro de la lógica de la mercantilización y se movilicen en tal sentido.
El hombre endeudado de hoy, es aquella subjetividad que se activa por las expectativas y compromisos generados por los modos de vida dominantes y una creciente fragilización de sus condiciones existenciales, que a su vez lo ponen a merced de esa misma lógica y contribuye a reproducirla.
La “movilización global” es el término que expresa esta mutación de época. Esta movilización global es un novedoso sistema de individuación, sujeta cuando abandona, y cuando  abandona más sujeta.
Se pasa de la explotación a la movilización (como modo dominante), y la vida pasa a ocupar el lugar del mercado en la organización social. Un novedoso desbloqueo de las fuerzas creativas se ha consumado, siempre al comando del capital que es su principal y casi excluyente beneficiario, y al que todos alegremente (o no tanto) ayudamos a fortalecer día a día.
La naturaleza del capitalismo contemporáneo (global) podemos definirlo así como “extractivo” en un sentido más amplio que el usado habitualmente. Operaciones heterogéneas, variadas, que apuntan a extraer no solo recursos naturales, sino fundamentalmente, las fuerzas vivas movilizadas por la lógica del capital.  El capital financiero no organiza directamente la cooperación social que explota, pero la alinea según las necesidades de su valorización. Este capital rentístico está en una posición de exterioridad en relación a la cooperación social que vampiriza.
El capital persigue de manera difusa esta extensión de lo común, pretende traducirla directamente en beneficio propio, y apremia la renta mobiliaria e inmobiliaria anticipándola como renta financiera, y en necesidades de consumo.
En este contexto, los Centro de Formación Profesional, pasan de prometer una futura inserción al mercado laboral, a un punto de apoyo de estrategias individuales en estado de precariedad existencial, frente a la movilización general de las vidas por su subsistencia.
¿Este es su único posible y triste lugar al que podemos aspirar?.
CFP 24  institución social del hacer
En los fundamentos del modo capitalista se encuentra la producción de subjetividad. El capital produce constantemente una traducción de la subjetividad al lenguaje del valor.
Esa traducción siempre es una sincronización más o menos violenta para adaptar la multiplicidad de tiempos heterogéneos y experiencias vitales a la estructura homogénea y vacía del capital, que provoca la domesticación y el gobierno de nuestras fuerzas productivas y anhelos.
Esta situación problemática que el capital debe enfrentar, y que no resuelve nunca de una vez por todas (ya que esa capacidad productiva humana es sede de nuestro poder y a su vez, de esta disputa por la explotación), no hace más que actualizar las posibilidades también cambiantes de buscar un régimen diferente de traducción, que interrumpa y perturbe el lenguaje del capital.
El “trabajo abstracto” es el sistema de lectura que el capital nos confronta para ver y operar en el mundo, para producirnos como mercancía, esto es, como fuerza laboral. Ese proceso por medio del cual nos separa (abstrae) de nuestra común capacidad y aptitud de hacer, nunca lo produce de manera definitiva.  Siempre está latente la posibilidad de desplegar “haceres otros” que interrumpan su dominancia.  En este sentido no puede haber interrupción sin experiencia.
La domesticación del “tiempo mundo” desde el punto de vista del capital, se enfrenta constantemente a diferentes prácticas, comportamientos e imaginarios subjetivos que la desafían (el 2001 es un punto de apoyo ineludible en este sentido).
Estas capacidades creativas que preceden obviamente a la relación mercantil de explotación, bien pueden ser puestas bajo otra dinámica de relación, otra interfaz de interacción.
Si el proceso de separación es lo que produce la fuerza de trabajo como mercancía, esto es, nos produce como sujetos particulares obligados a vender nuestra fuerza de trabajo con el fin de reproducirnos, bien se puede pensar (y de hecho hay muchas experiencias al respecto que dan cuenta de ello) que el trabajo “vivo” rechace la subordinación a las normas del trabajo abstracto, a través de asumir la generación de otras prácticas y se emancipe transitoriamente de aquel, en “éxodo” de las que se nos imponen.
El malestar contemporáneo nos pone de cara con nuestra capacidad (o incapacidad) no solo de denunciar estos modos de vida dominantes que nos “movilizan”, sino sobre todo de detectar potencialidades, de dar forma a un exceso de la cooperación social frente al capital.
Tal como nos sugiere Sandro Mezzadra, podemos tomar muy en serio la idea de “trabajo vivo en transición”, que es el hecho que así como no podemos dar por descontada la subordinación del trabajo vivo a la lógica del valor, podemos asumir e intentar construir experiencias de comunalidad que orienten la acción hacia haceres otros.  Momentos emancipados del mando del capital. Crear redes de cooperación productiva autónoma que puedan construir zonas de cooperación que disputen la lógica dinero-céntrica que impone el capital.
El CFP 24 en este sentido, puede ofrecerse como una institución social del hacer, en el que se experimenten desbloqueos de prácticas y otros haceres emancipados “transitoriamente” de aquel mando.
Comunizar: Re-ontologizar lo común como lo constitutivo del ser humano.  Tejer redes y relaciones sociales sobre una base diferente, experimental. No podría ser de otro modo ya que lo que tenemos que combatir no es otra cosa que nuestra propia subjetividad formada bajo esos códigos de traducción homolingüe del Capital, y nuestra propia flaqueza de experiencias comunes.
Por eso la idea es fundar prácticas colaborativos de tipo diferente dentro de los talleres de la institución y en articulación entre ellos y otras experiencias, centradas en el hacer.  Recrear ese flujo social del hacer en una Institución donde mucha gente se congrega a buscar otros caminos…
Desbordar la típica clase que no hace más que reponer una y otra vez la jerarquías que necesita el capital para reproducirse y para de ese modo domesticar las fuerzas sociales,  e inhibir las comunes capacidades del hacer. Crear un movimiento colectivo de autodeterminación creciente, de múltiples haceres, que rompan la abstracción del trabajo, y que de esa manera se elaboren diferentes productos y/o servicios, que puedan ser ponderados menos por su valor abstracto y más por el intercambio humano y la experiencia que (nos) provoca.
¿La Feria de Artigas no es una apuesta muy cierta en este sentido?.
El CFP 24 se propone de esta manera como una institución, que experimente habitus de desbloqueos de haceres cooperativos que produzcan un más allá del trabajo-mercancía (que es su sentido dominante), cuyo horizonte, sobre la catástrofe del “mercado laboral”,  sean las prácticas  de emancipación. 
La catástrofe es por un lado la destrucción de las condiciones de posibilidad que otorgaba un mundo, pero tomándolo afirmativamente se abre la posibilidad de explorar otros mundos sobre esas ruinas. Es en este sentido, condición de posibilidad de otras prácticas. Prácticas éstas que nos pone en una Institución en condiciones de infancia a la que quedamos arrojados en la catástrofe, y por eso mismo en situaciones más vitales de hacer experiencia / mundo.
¿Se puede aprovechar esta oportunidad de estar juntos que nos da la escuela, y de tomar contacto con la posibilidad de transformar los distintos materiales (y nuestras propias subjetividades) a través de los distintos oficios, para armar momentos de “mancipación inmediata” al decir de Ranciere?.
¿Podemos corrernos de los lugares jerárquicos y desiguales que son los habitus de las instituciones, y provocar momentos de igualdad en el hacer que desplieguen potencias y que fuercen una excepción?.
¿Podemos enfrentarnos a un no saber radical que lejos de ser un déficit, sea la condición para la asunción de desafíos colectivos?. 
¿Hay disposición material y subjetiva para liberar el hacer del trabajo?.