Programa emitido el jueves 22/05/14 por El Aprendiz Radio
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Una
escuela que se hace en fuga de sus modos
Las
instituciones escolares como todo ámbito de lo social, son
territorios plagados de ideales, creencias y prácticas.
En
este sentido son templos paganos, donde se dan citas miles de
feligreses a constatar y sostener la fe de la que se alimenta
(y del “pan” que comparten).
En
el CFP 24 constatamos la presencia de más de mil estudiantes que se
dan cita casi cotidianamente en ese templo del “saber” que
supuestamente es la escuela. En esa conjunción entre educación y
trabajo, pilares de la fe moderna, se erige nuestro edificio y muchos
de nuestros esfuerzos por sostenerlo y reproducirlo.
Pero
desde hace rato ya venimos percibiendo que esas representaciones se
nos diluyen, no producen los efectos anhelados, y nos embarga una
especie de tristeza e impotencia a los que intentamos sostener su
lógica.
Cansados,
aspiramos una y otra vez nutrir
esa fe en sus enunciados y practicas (futuro, trabajo, saber,
enseñar, jerarquías, etc. etc.) y una y otra vez fracasamos en el
intento.
Cansados
entonces,
decidimos agotar esos enunciados, y lanzarnos a otras búsquedas
asumiendo la condición de des-astre (sin astros) que guíen ya
nuestro hacer.
Borges
hablando sobre
cuentos de Chesterton, nos dice que “el
universo de los ateos es un laberinto sin centro”.
Nuestro
“centro” en condición de “desastre” se descentra y se abre
en miles de capas y pasadizos donde se ensanchan haceres múltiples,
cuando en éxodo de sus formas ensayamos otras.
Esos
laberintos borgeanos
que se nos despliegan son fruto no ya de constatar la caída de los
relatos constitutivos, sino fundamentalmente de sentir algo más
primario e indecible que es la presencia de cuerpos, afecciones,
deseos, proyectos que se arman al calor de los encuentros.
El
Centro deja de serlo (se hace excéntrico)
para que en su fuga, se experimenten las potencias de los cuerpos que
la componen como calderos que van nutriendo su territorio, y sus
prácticas (muchas ambivalentes claro) poblando sus espacios /
tiempos.
El
miedo al “caos” (imaginario
primero de formas que se desvanecen), mutan en imágenes otras que se
forjan por los sentidos más “sentidos” que la recorren y la
pueblan, y no ya por el Sentido (así con mayúsculas) que debería
habitarlo.
De
esa
escuela que se hace en condición de “fuga” de sus modos
habituales, queremos dar testimonio en este número del “Aprendiz”.
Invitamos
a leer estos relatos
/ testimonios en clave de inteligencias de los cuerpos que se
componen y arman (y desarman) a partir de proyectos comunes que se
fabrican al ardor de las sensaciones del contacto de los cuerpos, y
no ya de adecuación o no a ideales y formas previas.
Si
como dice Ranciere
“el
ámbito de lo social es el sitio de la obediencia y no de la
inteligencia”,
estos relatos / testimonios son menos una crítica (negativa) a la
Significación histórica de la escuela, que una afirmación de otros
modos de hacer y sentir cuando ya la relación de obediencia y mando
se relaja, y por eso, se desplieguen inteligencias colectivas.
Una
escuela que fuga es un laberinto sin centro…
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